domingo, 11 de enero de 2009

CARROSA FUNEBRE


Eran las 6 a.m. del 30 de mayo de 2008, me despertaron intempestivamente con duros golpes en la puerta de mi cuarto. De un salto me levante de la cama, abrí y observe que en la mesa de la sala estaban mi mamá y mi tía sentadas llorando. Mi mamá lo hacia apretando las manos en silencio; mi tía solo sollozaba, su rostro colorado tratando de articular palabras.
- ¿Qué pasa; por que están así? - pregunté.
- Se nos fue - dijo mi tía.
No lo podía creer, él no, no se podía, no me podía dejar.
Apenas y lloré. Me recuperé.
- Mi abuelo - dije – ¿ya lo sabe?
Mi tía negó con la cabeza
- Y ahora ¿Cómo se lo vamos a decir?
- No lo se, él sigue durmiendo.
Mi mamá estaba recostada en la mesa, levantó la cara, estaba toda humedecida por el llanto, ella era quien más estaba llorando. La abracé sin decir nada, pero no lloré, tenía que ser fuerte.
- ¿cómo pasó?
- En el carro se puso mal, lo llevábamos al hospital aunque el no quería. Fue en la moto, en los brazos de Freddy.
- ¡tía, igual que mi abuela! En los brazos de Freddy.
Hace un año y medio, el 25 de diciembre de 2006 mi abuela se puso mal y se la llevaban de emergencia al hospital a eso de las 5:45 p.m.
Dentro de la moto iban, mi abuela inconsciente y mi primo Freddy, quien la llevaba en brazos. Al lado del conductor mi mamá, tratando de darle ánimos a mi abuela tomándola de la mano, aunque, lo que ella no sabia era que ya no había nada que hacer.
Fue mi primo quien la cargo hasta adentro del hospital y la echó en la camilla, no se cómo, mi abuela era una mujer de contextura gruesa y mi primo solo un flaco muy alto.

Recordé ese episodio en menos de un minuto. Él ya se había puesto mal hace una semana, pero se veía algo de recuperación. El día anterior lo vi bien, con otros ánimos, como con ganas de seguir. Lo ayudé a lavarse, lo sequé, peiné y le dí masajes en su espalda, al igual que mi abuela. A ella, el mismo 25 por la mañana la lavé, sequé, peiné y le di masajes en sus pies y se fue, ahora lo hace él.

Fuimos a la casa de mi abuelo y entramos al cuarto donde por años dormían juntos.
- Hola hija - le dijo a mi tía Dora, ella no contestó solo agachó la cabeza y lloró - tu hermanito se alistó en la mañana, él solito, se puso bien bonito. Se nos hizo un nudo en la garganta y también lloré.
- ¿Qué pasa, por qué lloran?
- Papá escucha - dijo mi tía sin poder continuar, sus palabras se ahogaron en su llanto.
- Escucha viejo - dije – él esta descansando con mi abuela.
Demoró en darse cuenta.
- ¿Qué...? No… - dijo, tapándose el rostro con sus manos o mejor dicho con las manoplas que él mismo se cosió; lloró muy fuerte como un chiquito. - ¡no…, mi papacito no…!
No demoraron en acudir a la casa los vecinos que los querían mucho, se les dio la noticia, algunos como la señora Aída, que vive al frente de la casa, lloró muy fuerte y entró de frente a ver a mi abuelo. Ninguno de ellos pidió permiso, todos se preocuparon de inmediato por mi abuelo. Las preguntas no se hicieron esperar.
- ¿por qué? ¿Cómo fue? ¿Dónde está?
Cierto, donde estaba.
- Freddy está con él, lo esta alistando. – dijo mi tía.

Llegó a la casa una vecina que es enfermera le midió la presión a mi viejito, para prevenir cualquier percance, la tenía algo alta, le dimos agua y sus pastillas.
Las vecinas más allegadas, sin decir más nada, vaciaron la sala y sacaron los cuadros, barrieron y rociaron agua en el piso. La puerta estaba abierta de par en par y la sala completamente vacía por segunda vez. Con mi abuela fue lo mismo, ellas se encargaron de ayudarnos, siempre las mismas: Aída, Violeta, Teodora, Marta, Ana y su hija Vanesa.

Entro por la puerta, con los ojos desorbitados y dando tumbos en vez de pasos mi primo Freddy; perturbado, se da cuenta que lo que venía a hacer ya estaba hecho, la sala estaba vacía.
Suena su celular.
- Esta en la esquina. - dice.
Mi abuelo fue llevado al baño para que no vea el triste desplazamiento.

No lo creía aún, él fue un apoyo para todos, fue amigo, fuerza, fue mi PADRE, no solo para mi si no para mi hermano y primo también, porque se tenía que ir así, tan `pronto no lo quería aceptar y salí, miré hacia abajo y vi la camioneta de la funeraria, estacionada detrás, la carroza fúnebre, allí comprendí, que mi tío Lorenzo, había muerto.

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